Cómo respetar los espacios y lograr el equilibrio – Parte III

Los amigos y el trabajo

Tampoco en este campo existen reglas fijas, sino que cada pareja debe fijar las propias. La única regla fija que debería existir es la que determina que el espacio virtual necesario para cada uno no debe restringirse si queremos que el ámbito de la pareja sea vivido con libertad y no como una renuncia a uno mismo.

Los amigos de él o de ella pueden ser también los amigos del otro, siempre y cuando esto se dé de manera natural, sin forzarlo. Cada cual tiene su personalidad, y el amor mutuo no significa de ninguna forma que los amigos de uno necesariamente deban congeniar con los amigos del otro. No es obligatorio que el amigo de la infancia o de la adolescencia con quien uno de los dos integrantes de la pareja tiene una historia en común deba pasar a ser también amigo del otro, por el mero hecho de ser su pareja. Con frecuencia es el narcisismo y no el amor lo que nos impide admitir que nuestra pareja tiene una historia previa a nosotros y de la que no formamos parte.

Resulta muy difícil admitir que hay zonas de la vida del ser amado a las que no pertenecemos. En el trabajo, por ejemplo, se crean vínculos que están dados por el compartir día a día el mismo ambiente, la misma actividad, los mismos problemas. No es lógico pensar que podemos pasarlo muy bien compartiendo, por ejemplo, una cena semanal con gente a la que no nos une nada, excepto el hecho de que nuestra pareja trabaja junto a ella. ¿No es más lógico deponer nuestro narcisismo y permitir que esa relación laboral se dé sin nuestra interferencia y sin sentirnos excluidos del mundo de la persona que elegimos para compartir la vida?

Los casos en que ambos integrantes de la pareja trabajan juntos no presentan menos conflictos; por el contrario, pueden ser más complicados porque, dado que también se comparte el espacio laboral, el virtual, que cada uno precisa para sí, está muy acotado.

También en ese caso, habrá que establecer lugares propios de cada uno, frecuentando, por ejemplo, a los compañeros más afines, aunque no sean los mismos que prefiera nuestra pareja.

Todos preservamos algo de nuestros sentimientos infantiles. Querer serlo todo para nuestra pareja y que, a su vez, ella sea todo para nosotros no es más que la supervivencia de la ilusión infantil o adolescente de fusión total con el ser amado. Una pareja es parte sustancial de nuestra vida, pero no lo es todo. ¿Por qué exigir entonces compartir absolutamente todo? Preservar nuestro espacio virtual, es decir, el espacio propio que necesitamos para vivir y ser respetuosos del espacio virtual del otro, lejos de propiciar la distancia, es la mejor manera de lograr el acercamiento máximo a nuestra pareja.

Lic. B. Golberg